“En el salón de rojos terciopelos y maderas doradas, sentada al piano, ella tocaba. Toca, preciosa, no sabes lo que te espera, murmuró”.
Bella del Señor. Albert Cohen
Lo que estaba a punto de pasar es importante. Pero aún más determinante era justo lo que estaban haciendo, pues ahí radicaba, irradiaba la energía de toda la historia.
La Stalkeress se preparaba un café salted latte para recordar el sabor de su axila, la palma de la mano sudada, esos nervios de la ansiedad social que padecía. Como sabía su frente pensadora, sufriente, golpeándose contra la mesa, contra la libreta, no terminada de salir la historia. Nosotros tres aquí. Escribe lo que hacemos, el cuento cruel, Voyeur.
Su mente sufriente, salted caramel latte.
La Stalkeress se lamió los labios. Esperó a que la cafetera lanzara chillidos, el vapor dorado, un tren de mercancías a toda velocidad. Los primeros espectadores se tirarían al piso. ¡Que viene! ¡Que viene!
¡Esto es Hollywood!
Tembló mientras servía a Cold Fingers, los dedos se agitaban. Llorando histéricamente de placer.
— No puedo creer lo feliz que me hace estar en esta casa rodeada de artistas, con una biblioteca semejante, las lumbreras de este siglo. Los volúmenes de Freud analizando y asimilando la histeria. ¡Voyeur, te curarás, te curarás! ¡Nos curaremos todos!
Nabokov, Dostoievski, y la celebridad de Ottessa Moshfegh.
— Voyeur, sé una Moshfegh. Toma por ejemplo el abejorro que te picó, describe sus patitas peludas. Negro vicioso peludo suave como la angora. Sé repulsivo. Lee, describe, enumera los detalles, color, peso textura, siglo XVIII, Marqués de Sade. Que harás con Justine el abejorro.
— Pellizcarle los pezones a Cold Fingers.
(…)
Stalkeress toma a Cold Fingers por el pelo y la inmoviliza. Ordena a Voyeur que escriba en su ingle, a partir de su ingle, todo el muslo, con ese bolígrafo, que suelte todo lo que tiene en la cabeza en ese muslo, con tinta azul. Que deje de hablar, sólo tinta, ¿estamos?
— Escribe las instrucciones en el muslo de Cold Fingers. Y léelas en voz alta.
Voyeur lee en voz alta, pegado al muslo, miope, pero no entiende su propia letra.
— Qué mala caligrafía para ser un escritor tan meticuloso con los detalles, cuando hablas. Describe su cuerpo. Descripciones minuciosas. Cómo lo adoras.
Voyeur sigue leyendo, en la ingle. Renglones de izquierda a derecha, recorriendo el muslo hacia la rodilla de la chica. Deslizando la tinta hasta el tobillo. Se adora a sí mismo, esa letra cuidada. La muy puta no sabe apreciar la belleza. Como si no supiera todo de la anatomía femenina, rodear el hueso del tobillo con un OH y la barra de la exclamación.
—Eres un guarro. — Dice Cold Fingers. — Sal de ahí. ¡No estoy gorda!
(…)
Lolita, Drácula, Bella del señor, Historia de O.
Justo esto, para la cabaña en el bosque de Hollywood…
Comparte este post