La histeria de Brittany Shepherd
Una exposición a través de un blog. Reivindicando la inteligencia natural y la artificial. Antiwokismo. Verborrea todos con todos.
Vivimos prácticamente en el museo. En el conservatorio de música ni se dignan a girar la cabeza para darnos los buenos días. Fumamos en la entrada y nos pasamos el mechero, puerta con puerta, pero el desprecio es mutuo, sólo nos une la adicción. Aunque no todo el mundo es un enfermo aquí. Nosotros nos aburrimos más, por eso mendigamos un mechero en el conservatorio, apagamos medio cigarro en la fachada del edificio soberbio y lo guardamos en el bolsillo del uniforme. Es asqueroso el nivel de indigencia espiritual.
Métete dentro y lee a Cervantes. Y a Joseph Conrad. Abandona “Tontilandia” y no mires atrás. O te comerá el lobo.
Este hombre, mi amor, se burla de los woke, del museo (pero este sitio siempre ha tenido el sesgo woke: información sesgada, parcial, incompleta, subjetiva, propagandística, ficticia – toda relación con la realidad histórica es pura coincidencia). Desprecia las universidades, donde el listón ha bajado como una guillotina a la altura de los zapatos en el barro. ¡Se estudian las letras de Taylor S.!
La inteligencia artificial y la inteligencia natural. ¡Quién teme a la Inteligencia Artificial!
Yo quiero hablar de una cosa que he visto.
Estos cuadros me dan miedo. Y por eso los analizo. Para distinguir el lobo en el bosque. Y aprender las técnicas del óleo. Surrealismo, pintar los objetos como si fuera una fotografía, imbuidos de la atmósfera de las pesadillas. Las partes del cuerpo aisladas son las protagonistas de la escena. No son cuadros históricos, no hay narrativa.
Partimos del siglo XX aquí, muy Cindy Sherman.
El horror, y la ingenuidad: esto me da miedo, voy a acercarme.
Así son las películas de terror adolescente. Las americanas. Nadie actúa así en la vida real, en vigilia. Sin embargo la pintura no es el mundo real, las salas de una exposición son un ficción. Y estamos en 2023. Un artista vivo, hay un cuento cruel y escuchamos fascinados.
Es una exposición a través de un blog, al que he regresado varias veces esta semana. Quiero pintarlos yo misma, quiero escribir sobre ellos. He ido a la página web. Yo también quiero una. He leído el blog post otra vez, quería ver si la voz temblaba de miedo como tiembla la mía. A las dos de la mañana, mirando hacia atrás, por si había alguien en la puerta. Qué me conmueve tanto. Y ¿es licito escribir sobre ello? ¿Publicarlo? ¿Comunicárselo? Lo hago.
Quiero vivir dentro de estos pies pintados, masticar las venas azules, los tendones, a lo Emily Dickinson.
El blanco brillante que es la piel, como un cielo nublado eerie, spooky, neurotic, hysterical. Pues se trata de la histeria. Masticar, como un vampiro, clavar los colmillos. Estas pinturas son partes de cuerpos electrificadas y vivas como el monstruo de Frankenstein. Histeria freudiana es esto, y quiero hablar en alemán, pues estos pies hablan por sí mismos.
Se escucha el rumor de la gente pasar de blog en blog como de sala en sala, el frufrú de los vestidos de noche (esto es una inauguración), los abrigos de piel con electricidad estática, los pantalones negros de cuero imitando la piel de serpiente.
Estos dedos se estiran como dendritas neuronales haciendo sinapsis.
Mis manos de pintora. Hacia las suyas.
Qué decimos nosotros ante estos cuadros, junto a los estudiantes cultos del conservatorio. Cuál es nuestra asociación de ideas, la riqueza del pensamiento. Debemos estar a la altura.
Escribe una historia clínica como lo haría Sigmund Freud.
Ladrona de cuadros. Deben estar en mi poder, apretar los tubos de óleo y pintarlos yo misma. Quiero tener dinero, quiero poseerlos, quiero masticar neuronas, leer las obras completas de Conan Doyle, la mujer, Sherlock, el olor de cloro de sus mil páginas, las cartas de Jung sobre el affair con Sabina Spielrein… el látigo de los dibujos de neuronas de Santiago Ramón y Cajal.
Este color sobrenatural… estos pies pertenecen a un súcubo, a una pesadilla de Fuseli, a una histérica, a Anna O. Y a la propia Sabina Spielrein.
Meine Güte!
Esta palidez propia de una enfermedad del corazón, y de la mente. La sangre fucsia de las arterias, la sangre de vino tinto de las venas, sangre azul de la nobleza también, de la condesa vampira. Siglos de madres y abuelas que se lavan con leche y que no toman el sol porque envejece y arruga la piel. Estos pies no murieron por alcohol o tabaco. Es una piel translúcida de anorexia nerviosa… ¡No lo sé! Si leyéramos más a Freud lo sabríamos. Qué hay detrás del miedo. Me volveré loca como estos pies.
Otros cuadros presentan otras partes del cuerpo. Caras sofocadas, ingles, lencería, negligés, cuerpos estirados, ligeramente desproporcionados, tal vez cierta torpeza, aunque así son los sueños, como las neuronas de Cajal, se estiran como el chicle. Cinturas de avispa y pelo rubio como las novelas románticas, mansiones y cruceros, lady Chatterley y el guardabosque que es el entrenador del gimnasio hoy en día. La señora de la casa se nos presenta en negligé y piernas abiertas, con dedos largos como husos, y deja su jabón lleno de pelos encima de la chimenea, la provocadora. Nos deja estas pistas y nosotros debemos responder.
I love the description of the hues and tints of horror. And I think the absence of all color, black and white, is also an effective medium for terror. For example, Alfred Hitchcock chose to film “Psycho” in black to enhance the stark contrast between them in things like the shower scene, in which black ink was used in lieu of blood going down the drain. Did you ever see the Salvador Dalí short film, Un Chien Andalou?