Un marchante de arte (tenemos que fotografiarle en la exposición) en 2020 (léase Veinte Veinte) sacando cuadros al óleo y acrílicos del 2008 y 2010, y no olvides el período 2010-2012.
La mujer chasquea la lengua o se mastica la lengua con el pensamiento de la muerte inminente a la vuelta de la esquina.
Es un vampiro, se llama VV. No envejece, se pone zuecos de tacón. Fuma sin parar y bebe coca-colas con hielo en su poltrona con un batín de raso y pantalones con la raya planchada. Un dandy, se ducha dos veces al día. Tiene el pelo gris y huele tan sexual... Me imagino acercándome por detrás para olerle la nuca y meter la nariz en el hueco de la barbilla, o detrás de la oreja. Me imagino besándole el pecho y metiendo la lengua en sus axilas. Huele tan bien (aunque fume tanto y se duche dos veces al día).
El vampiro saca otro cigarro porque he tardado mucho tiempo en pensar todo lo anterior y me amenaza:
- Sabes que voy a fumar cuando te vayas. Si no te importa, lo hago ahora.
- Sí me importa. Hay que... La salud es lo más importante...
Oigo la chispa del mechero. Se inclina y la visión de su nariz y su camisa negra me llenan de una tristeza horrorosa.
Me alejo y vuelvo a comprobar la lengua, los dientes, los músculos tensos. Si ya han pasado quince años por qué sigo sintiendo esta amenaza. La puta vigila desde la puerta esperando que me caiga.
El vampiro se acerca y me mira y respira humo y me dice algo.
A quién le importan tus dientes. Qué puta es, siempre me mata de pena, y este hombre lo sabe.
- Fumo con ansia.
Una bocanada de aire, como si quisieras comerte el mundo, como tener 17 años- como si vivieras en una cárcel con este hombre. ("Qué esperabas del matrimonio")
- Quién te ha contado esas cosas.
Entonces su mujer entra en el estudio, con el pelo recogido por el calor, y por el miedo a contagiarse se sienta apartada y abre una lata de Nestea, aterrorizada, limpiándose las manos con gel hidroalcohólico presionando hasta tres veces, llenándose las manos y las de su marido con gel como si fuera crema solar.
El hombre cloquea con sus zuecos. No hay nada como el sonido de los zuecos de madera sobre la acera. Son ya las 7 de la tarde. Me siento en el sofá y chillo porque se me pega el plástico ardiendo en las nalgas. Me levanto como si me hubieran arrancado la piel quemada.
- Oh, vengan a la sombra. Tenga, el gel es importante, ha tocado las monedas antes.
Con el culo quemado y masticando la lengua salimos al patio- something in the air about teeth... como si fuera una tonada. A tune, pero qué sabré yo.
Nos reflejamos en el espejo, una cara tras otra, la mueca que mantiene el control de los cuerpos. El temblor de las piernas, subimos las escaleras en fila india, me cede el paso. El sudor resbala por las largas piernas de la mujer hasta el terrado del patio. Se resbalan los pies en los zuecos. Se caerá escaleras abajo y perderé el control de los labios y me reiré de él. Apaga el cigarro nada más llegar. Se aclara la voz el vampiro, respira hondo, tose. El vampiro es humano después de todo, y tú estás loca, y eso también es humano.
Su mujer te dice un cumplido sincero como tú misma harías si estuvieras en su lugar, y lo haces, y es cierto, que la encuentras preciosa a sus 42 años. Tan hermosa, mirando su escote, las tiras del sujetador bajo el vestido de flores. Mientras él taconea buscando un libro o la cajetilla de tabaco.
-Lo siento. Lo siento muchísimo.
-No pasa nada, mujer.
Esta mañana sigo teniendo el tobillo dolorido.