Marina Abramovic me obliga a hablar del serbio
Parte 1
(Para S.)
Si no fuera serbia no la amaría.
Es por la nariz, bella Belluci, perfil de condesa sangrienta. Y debo escribir sobre ella, como los surrealistas. Sólo si estoy alterada puedo acceder a las capas de cebolla agria que es esta mujer. Masticarla sin llorar.
Me muero de risa pensando en la estudiante que era en clase de pintura, Marina Abramovic.
A su profesor se le va la pinza, y en lugar de mezclar colores, destruye el caballete y rasga el lienzo, echa gasolina:
—Boom! This is a sunset! — Explica, con ese acento suyo del este.
—Boom!— Exclaman los alumnos.
—Boom!— Suena la guerra de los Balcanes.
Underground reasons trajeron a este hombre, al serbio, a la plaza de la Latina de Madrid.
—A ver, vosotros dos, acercaos. Quítate el abrigo.
—Es serbio— digo.
—Llama mucho la atención. Un abrigo rojo. Quítatelo. Sólo el jersey azul marino.
Enero en Madrid es helador para pasarse todo el día esperando en la calle.
Pero hoy nos han emparejado a este chico y a mí y nos hacen entrar al restaurante y sentarnos ante la cámara, un poco hacia la ventana, desde donde se divisa toda la plaza. Los actores proclaman su parlamento en una mesa justo delante de nosotros. Este hombre es tan alto que todos le llegan a la altura del pecho.
Se habla inglés y serbocroata en el set.
—Tu nombre me recuerda a Prokofiev.
Así que le llamo Prokofiev.
Los búlgaros cobran el dinero al final de la jornada. Yo tengo que firmar un papel y esperar durante meses.
A las 6 de la mañana del día siguiente estamos todos otra vez en la plaza, nos conocemos todos. Estamos contentos. Hablamos de escribir y de poesía y de papel fotográfico.
Con el dinero de la jornada me compraré un libro de arte, Vincent van Gogh. Toda su obra. Por lo menos. De esos enormes, como casas, que necesite una grúa de hombre para poder moverlo.
La risa negra que me entra por esta malavita.
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Abramovic dejó de pintar después de esa clase de pintura de la puesta de sol. Eran los 70. Dice que pintar le aburría. Quería gritar. O algo más, lo que su mentor le había hecho ver. Sentir ese éxtasis de Bernini, pero en la propia piel.
Quién sabe, Prokofiev, cómo se le ocurrió esto del arte masoquista— no me digas, eso es un goce bestial. Le ponía perder el conocimiento. ¿Has estado alguna vez deprimido? Abramovic tomó antipsicóticos, medicamentos prescritos para la catatonia en la performance Rhythm 2, en 1974. Perdía el conocimiento a menudo en sus acciones. Quería denunciar… no lo sé, Prokofiev .. quería sentir… No lo sé. Cuando se es joven y se es bella, te puedes permitir todos los abusos que te plazcan.
Me la imagino tirada en el suelo una tarde justo después de hacer el amor con Ulay — no dudes que todo era muy violento— Y se aburrían, sólo comían mermelada de fresa y croissants duros. No habían salido en una semana y no quedaba nada. Ropa sucia, manchas de comida y semen reseco en la camiseta roja.
Y empezaron a pelear por una tontería. Hartos de estar entre cuatro paredes, el apartamento de Ulay en Alemania. Tal vez todo empezó ya en Amsterdam— Qué más da, tan melindres con los detalles, ¡dilo ya!
Ella le dio una bofetada:
—¡Como te atreves a decir que mi nariz te parece regia! ¿Qué coño es eso? ¡Desgraciado!
Y añadió un insulto en serbocroata— su voz se dibuja en la pared con sangre de cerdo esta vez, y en cirílico.
No me digas que lo sabes escribir en ruso.
No, en alemán. Alfabeto latino.
—Du bist total verrückt!— gritó el otro. Y le abofeteó.
Y ella respondió.
Y siguió el otro.
Hasta que alguien dijo:
—¡Deberíamos filmarlo! ¿Te has fijado en lo bien que bien suena la palmada con el eco de la habitación?
Y así nació la performance Light/Dark. Estamos en 1977.
Se conocieron un brumoso noviembre, en un museo. Ella realizaba una performance, se hacía cortecitos en el vientre con una cuchilla.
El color rojo le excitaba, representaba su patria: “Mi padre compra una pistola y mi madre compra un frigorífico” ,ya no lava a mano: tenemos una lavadora y un televisor.
La estrella roja comunista. La timidez, el ansia, el ayuno y clavarse las uñas en el muslo para controlar las lágrimas. Si tu padre no va a volver, que se joda. Se golpeó la cabeza contra la pared tres veces. Putaputaputa. Y entonces es la guerra, y el Pope, y los iconos dorados.
Pero ahora todo ha cambiado. ¡Una epifanía ha sucedido!
Marina Abramovic estaba tan contenta, de la mano de Ulay, después de su día de ayuno y enemas, pura y exultante— esa lucidez sublime que otorga el enamoramiento y los croissants comidos a medias, duros como rocas…
Soy tan fuerte que podría caminar sobre brasas y no notaría el dolor….
Se sentía levitar por las calles de Amsterdam, con su amante. Oh Frank Uwe Laysiepen!—
Esa época, saborear cada letra del nombre compuesto del amado, los apellidos, el árbol genealógico. La pasta de dientes seca en la barbilla. Comer las migajas de croissant de la mano de tu amante. El olor a tabaco, Ulay, anillos en los dedos, la cadenita con una cruz. Una marca de nacimiento. Tu nariz me vuelve loco. Los labios, el gesto de ida que tienes. El amor me vuelve loca, Ulay. Yo estoy loco por ti.
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Encendió una vela en la iglesia ortodoxa— mentira, ésa fui yo.
Con mi novio serbio, empujé la puerta e interrumpimos una boda entre risitas.
Oh I´m so sorry!
Me senté en un banco en silencio. Él, ateo perdido, se quedó esperándome fuera. Cuando se terminó la celebración me obsequiaron con dos pastelitos de miel.
—Dale esto a tu compañero.- me dijo la novia amablemente.
—No le conozco. Sólo coincidimos en el patio…
Engullí los dos dulces. Y sonreí con ellos, les deseé toda la felicidad del mundo.
Mentirosa, perra. Mereces una cuchillada en el vientre. Me saqué el cojín de debajo del vestido.
—No le conozco, ¡no estoy embarazada! Sólo es attrezzo.
Yo conocí al serbio en ese rodaje de Madrid. Interpretábamos a la multitud borrosa que choca copas en un bar. Él hablaba demasiado alto, no entendía bien el español.
…
…
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love the pigtails
https://youtu.be/OnX7N7Dyexo?si=2kHuTUqS3v_mTTOC