Marina Abramovic me obliga a callar
(Londres. Tabula rasa.)
— Vive le communisme!— said the crazed locataire.— Nos ha convertido a todas en prostitutas. No estábamos tan descompensadas desde lo de Viena.
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— ¡Despierta, despierta!
Ulay me zarandea por los hombros.
— ¡Podías haber muerto! Has estado muy cerca esta vez… ¡no puedes seguir esa línea de trabajo!
Marina Abramovic sonrió:
— Pero Ulay… fue emocionante. Vi a aquel joven que me sacaba en brazos. Se parecía tanto a mi padre cuando nos despertaba el domingo de madrugada para hacer gimnasia en el patio y fortalecer nuestro cuerpo.
The art of shutting-up.
El mundo entero ha quedado en silencio, el eco de la náusea en el baño ha sido absorbido por las mantas.
Nosotros,
el serbio y yo, el orgullo del tercer mundo.
Valleinclanescas las caras, humillación absoluta en el espejo: Estos somos nosotros. Cuerpo comunista gordo de patatas.
Capitalista. Elijo vivir. Como si pudieras elegir. ¿Puedo elegir? Cómo lo hago. Sígueme. No obedezcas mis ordenes, débil.
Qué mal sienta el chocolate sucedáneo.
Sueño, sueño con café. En Viena, una vez más. Yo, él y yo.
Recuerda, cuerpo comunista. Recuerda lo que era.
Me reviento la cara contra la pared para atravesar el tiempo y el espacio. No siento nada. Pagar el alquiler de esta cosa que es una mesa así, donde escribo. Y asá.
Michelangelo. Ramón María del Valle-Inclán. No leo nada últimamente. Me limito a reposar la cena y recordar cuando yo leía. Los personajes. Isadora Duncan, la sibila de Delfos. Una depresión de caballo, cara candado.
Mi arte me sentará en primera fila, si tengo energía para escapar por el tejado.
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Febrero.
Bebo una copa de vino blanco para dormir, para escribir, para tener el valor de salir a la calle. Me tiemblan tanto las manos que no puedo dibujar, ni escribir una carta a mi madre.
El teléfono descolgado. El móvil hace tiempo que me lo tiró por el váter.
El siglo de las luces es una locura, los termómetros estallarán.
Sólo es gripe, Marina. De todo se sale, menos de la muerte.
…
El Arcángel san Miguel te ofrece un día de falsa esperanza: que te concedieran el premio fue tu mal paso, un traspiés.
La luz en la puesta de sol en Dubrovnik, promover el turismo en este país, que regrese la gente. La suerte que tenemos de que el Mediterráneo nos bañe los pies, es bello. De estas aguas surgió Venus, en estas aguas turquesas y doradas al amarecer… la hora sublime.
Remodelar la ciudad, cerrar los hostales para putas, los trapicheos de drogas, persecuciones de la policía, la corrupción, pintalabios Bvlgari para las prostitutas, y una cadena de oro para tu hombre, tus brazaletes son de oro esta vez. Que se note quién es la más puta de toda Babilonia.
Ederlezi, el Arcángel san Miguel me sacará de aquí.
Marina Abramovic se sentó ante el ventanal en una casa en Amsterdam, intercambiando su vida con la de una prostituta durante cuatro horas. Luz roja.
A modo de terapia con luz roja. Todo lo curan los colores, ¿no?
Píntame tú mismo los labios, vísteme. I´m your babydoll. Use me. ¿No?
Pero sólo durante cuatro horas. Después quiero un pintalabios rojo Chanel.
Dobro!
Léeme en voz alta los cuentos crueles. Or better yet, escríbelos para mí.
En cartas de diez páginas cada una, y envías los sobres sellados y acolchados a esta dirección: París, Hotel de la paz.
“You’re emotionally moved because my body is your body.”- dice.
Dobro!
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Quiero ayunar, Ulay, quiero ser pura para ti, quiero recorrer Europa a pie, como Rimbaud, pues yo pertenezco a su estirpe. Soy un poeta de 7 años, yo me alimento de luz roja, vivo en la sinestesia, soy la Madonna de Miguel Ángel, y quiero sentir que mi mente se vuelve más sabia a cada paso que doy. Lo puedo sentir. Escribo páginas de la Historia del Arte.
Ich:
Quiero pintar cuadros, y colocarlos en un círculo, y que se miren las caras, y la gente tendrá que entrar en ese círculo y cerrar los ojos y oler los restos de esencia de trementina.
Quiero que toques con los ojos vendados los relieves del óleo aplicado con espátula que hice para modelar la frente de esta mujer, sus pómulos, la nariz, la cabeza inclinada mirando al suelo. Como una escultura. Quiero que las yemas de los dedos palpen su frente.
Pues Ulay, cuando te acaricio la cara pienso en esculturas minoicas.
En Madrid me esperaban los exámenes finales, un brazo roto y el embarazo interrumpido de la serbia. No es atrezzo, son dos costillas rotas. Qué esperabas, tanto discutir. Eres tonta. Mi novio me dejó por el embarazo no deseado del serbio.
Quién eres.
Je m´appelle Claudine, vivo en un convento, que es en realidad un burdel en Amsterdam.
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En el ordenador, el serbio tenía una carpera con fotos de hombre y mujeres desnudos, era el nombre de su cámara, con el día y la hora, gente desconocida. No son tus amigos. No son de esta ciudad, aquí nos conocemos todos… qué es esto. Fotos con flash. Una estancia oscura, mal hechas, no hay encuadre, fotos caseras. Qué coño es esto.
¡Esto es arte! ¡Esto no es lo que parece! No sabes ni componer encuadres. No tienes ni idea de estética.
No te pongas así por unas fotos.
La cuestión es documentarlo todo.
Esto es arte documental, dice el serbio.
Seremos ricos y famosos.
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Poema de bordello que anotó Picasso, o el amigo, o uno de los representados, mal, en las fotografías en blanco y negro: “las mujeres de Nápoles tienen cuatro brazos”…
Dobro.
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Sostengo una vela finita y larga y la clavo en medio, con todas las demás. Tengo que elevar mi plegaria al cielo. Volvemos a la cita en la iglesia ortodoxa de Madrid.
Mi novio ha entrado y me susurra:
— Eres una romántica.
— No, te equivocas, soy mística.
Pero es mentira. Sólo estoy loca.
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— ¡Sabías a lo que venías, communist body! The glamour of it, right? No tienes derecho a quejarte, te has ganado esta vida a pulso, lo has trabajado a conciencia, puta, no se puede ser más estúpida. Welcome to Sarajevo!
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Londres. Octubre 2023. Entramos en el Instituto.
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