La modelo fantasma
(Ghostwriting, sobre una modelo y la adicción.)
El cuerpo de la modelo es estimulante en pijama, con olor a tabaco, dientes podridos. Aunque engorde, todo está bien. Los tobillos embutidos entre las cintas de las sandalias que culebrean hasta las rodillas, las marcas en la piel encarnada. Chándal fucsia de marca, olor a sudor, seguramente con el mono de las benzodiazepinas, ataques de pánico en bucle. Una modelo siempre es bella.
Escribir sobre el pasillo lleno de pelusas, trozos de chocolate bajo el carrito con ruedas que empuja la enfermera.
“No es mío. Yo no he sido. Eso es un Eutirox.”
“No, es un Diazepam.”
Trapicheo de drogas. Diagnósticos que se suceden. Un cartapacio de teorías.
“Vamos a dibujar un interrogante en el aire… ¿Quién es X?” – el humo del cigarro permaneció en el aire viciado de la sala de auscultaciones. La doctora te retiene las pastillas.
“O vienes a las terapias de yoga mindful o no te doy las pastillas.”
“Soy mayor de edad, y no estoy inhabilitada… No tenéis derecho.”
“Necesitas la terapia de grupo. Tu obligación contigo misma es venir. Tomarte esto como un trabajo. No respetas los horarios, te escapas, rompiste el jabón del baño de chicos… “
“¡No puedo pasar un día sin esas pastillas! Y llevo tres horas sin fumar… ¡es muchísimo! Y no tenéis derecho, ¡es mi medicación! Quiero hablar con la doctora S, ¡se os va a caer el pelo! … No quiero estar aquí, prefiero ir al cine, a pasear por ahí… ¡Que no me toques! Que no quierooo... No tenéis ni idea… quiero ir a dibujar flores raras en el jardín botánico… es más útil eso que venir a las terapias…¡Soy libre! ¡Tengo derecho a hacer lo que me dé la gana! ¡No tenéis derecho a retenerme la medicación!
“Miriam está de guardia. Vienes entonces y se te darán.”
“No me apetece nada verla, no estoy de humor para sus mierdas, la mal follá”
“¡Te lo advierto!”...
“Ya veo... Como dijo Felipe González… "tomo nota.”
“Preferiría no hablar de política…”
Estoy muy cansada, posesa, hipnotizada, rehúyo la realidad, lo que ha sucedido. Me paso el día con los ojos pegados al portátil plateado, lo paseo en brazos, lo llevo al salón, donde veíamos películas a oscuras, comiendo palomitas con chocolate… ajenos al problema, al hospital…
La adicción se ha convertido en supervivencia. Vivo en otro cuerpo, la mente ida, flotante, recorro el pasillo a oscuras. Como el pijama rosa como una cerda, hasta la cara se ha redondeado.
Los escritores comen, beben, aman, espían a los vecinos, a la amante difunta, a la otra, las marcas caras, las putas baratas, los neuróticos, el cambiazo de las drogas. Todas las pastillas son blancas, como los corazones.
Los gatos negros se mean en la almohada, me he quedado sin almohada. Coloco la toalla de la piscina doblada bajo mi preciosa cabeza. Duermo sobre la horquilla del antebrazo. La entrepierna del ciruelo es púrpura.
Amanece, fumo un cigarro—ya no fumo, pero esto no es un cuento moral, es algo más cruel. Cuando escribo su nombre ocurre, aparece.
Yo también tengo un amante difunto que arrastro hasta el futuro, recorremos esta cancela con la cara helada.
El sol caliente entra por la ventana, las rejas dibujan cintas de alpargatas sobre mis piernas. Yo siempre quise ser expresiva.
Le escribo a la chica sobre sobre su adicción. Los dedos se le han vuelto más gruesos que los míos, hinchados como una ahogada, pero no se lo digo. (Ya lo has hecho, puta).
Tienes los tobillos hinchados, los ojos, las muñecas. Cuando escribes desde la cama haces cosas de loca.
Voy a hacer mil pasillos, me convertiré al veganismo, ayunaré los jueves. Sólo beberé café, y ya que estoy, un trocito de chocolate para mojar, que se derrita con el líquido hirviendo.
Mi novio se ha enamorado de una tarada, Miriam. Y yo pensaba que el tarado era él. Aunque no sé expresarme, hija. Ahora utilizo el diccionario de la Real Academia de la Lengua. Desde que murió mi padre ya no me interesa el inglés, ni las canciones canto ya. Quiero amar cada requiebro de mi propia lengua.
Y al declamar estas cosas, a la modelo se le escapó un sonido con la lengua, con un diente, un carrillo, debe de haber una definición para ese ruidito. Algo viscoso, un chapoteo, como un sapo rosa hinchado en el fango, eso le pareció la modelo.
Dejé de tomar notas, entré en la sala común y pulsé “té con limón” en la máquina de café. Pensé en los posos de café que la modelo leía en su taza, café en el fondo listo para ser chupado como el tuétano de los huesos de cerdo.