Incidencias de la modelo fantasma
"Work like hell" Elon Musk
Escribe hasta que se te pase el miedo.
¿Por qué estudio alemán si no hay tiempo? Si no lo hago, miro a la pared. Por que bebo café y estudio alemán y miro a la pared perdida en ensoñaciones. Ghostwriter en el diván del señor Freud. Mis voces en la cabeza. Pues mi amante llega mañana, un ligero pánico; la felicidad da miedo, el trabajo solitario en este portátil redime. La gente del pueblo me da miedo. Dos tazas de café: pánico, miedo.
Un cuaderno.
Una guerra civil no provoca una enfermedad mental, aunque pueda volverte loca, no es automático, no es su lógica consecuencia. No todos están locos. Los fuertes sobreviven, la vida continúa, se abre paso entre la metralla, el cemento (el cementerio). Mi abuela intentó [ilegible]. Mi madre no recuerda nada de eso, se lo contaron de mayor, o convivía con ellas como la costura, las privaciones, las voces, se lanzaban cuchillos con las voces, patatas a medio pelar, vasos que se estrellaban en la pared. Más cosas que no me cuenta, me lo dijo mi tía. Mi madre ha olvidado muchas cosas, otras muchas las finge. Hemos discutido a gritos por recordar lo que sabe, no mentir más, ocultar, defender a mi abuelo.
Mi informe en “Villa Histeria”, falso porque ella no contó la verdad. Mi abuela no era la loca de la familia, mi abuela era una superviviente de.………. No me apetece escribir sobre esto hoy.
Quería hablar de Elon Musk, antes de que se pase el impacto de su X, el impacto dura 24 horas, no más. Siempre llego tarde porque soy humana, soy de cafés y meditar en la sobremesa, pasear por el jardín con mis historias.
Oh, esto tengo que contárselo a X. Le pondremos título, bien ordenado, inspirado, la genialidad, el relumbre de estos objetos.
En casa no se hablaba claro, y tampoco quiero meter las narices en lo que no me importa: mi familia, lo que callan. En mi familia no se habla apenas. Y mi padre fue una tumba toda su vida. ¿Qué diría de esto, el doctor?
No le toques las narices a un escritor, la realidad es un texto, las palabras culebreando en una página blanca, retorcer la frase, deslizar un párrafo más abajo, detrás de otro bloque de hormigón que es su cabeza, maldito, toda la vida callado…
Los párrafos hacen intersección, su vida con la mía, qué voy a hacer con lo que me queda de ellos.
Qué pedante la tía. Cómo la lías, qué cabreada estás. La interacción de los humores, como Josef Albers y el color pigmento. Sus cuadrados. El hombre escribiendo a los herederos de Eva Hesse “Heyyy… yo conocía a la artista, fui su profesor…” Ja. Adjuntando una fotografía de una clase. Veis. Yo le enseñé todo. Me debéis un pedazo de gloria. Qué cutrez, me recuerda a uno de mis profesores de pintura, su cara en las redes sociales, mezquino como siempre con sus diapositivas y remilgos, tan cegato… Bah.
“Incidencias” de una modelo fantasma. La I, el rasgo escrito con la mano que se aleja del papel con un tic involuntario, miedoso, la tinta gotea en el aire. La I nos dice si eres una psicópata si forma un puñal. Eres la Parca si has dibujado una hoz. La infelicidad provoca la ruina de tu familia, te empobrece, te obliga a coser con las niñas, que tienen mejores ojos, para que puedas comer y pagar el alquiler. Te fuerza a aguantarte las ganas de todo.
Quieres irte, adónde ir. Dónde va una separada en los años 40 en España. Una viuda casada en segundas nupcias a los 24. Un marido muerto en la segunda guerra mundial.
Dice mi amante: si a los 40 no estás casada es que algo pasa. Y yo pienso en mi abuela, enfurecida y recuperada y aparentemente felizmente casada hasta los cien años, o eso nos hizo creer a todos, en cada navidad. Cada café con magdalenas borrachas con anís.
Un salto al vacío durante la guerra no te convierte en alguien con un trastorno mental. Quiero decir, que no hizo terapia, no se lo contó a nadie, volvió al salón con sus hijas, llorarían todas, supongo, y haría la cena y se sentarían todos a comer.
[Nada.]
Me he puesto en contacto con N. para recorrer el pueblo, echo de menos la primavera en C. mi outfit de primavera, chándal rosa fucsia de adidas y pendientes enormes de aros dorados.
Anochece.
Todo lo que sé de mi familia ocupa este párrafo. Fin. No me han contado más. Cien años de silencio. Hay que joderse.
¡Pelillos a la mar!
¡No se hable más!
Nos resignamos todos. Qué otra opción había. ¿Ser un paria? [Eliminado]
Mi madre y las discusiones. “Explícamelo”. Y yo las he juzgado. Desde mi posición chulesca he dicho “No me da miedo la muerte. No quiero vivir así, esto no es vida. Prefiero estar muerta”…
…
Idiota. Estoy tan cansada que me da igual vivir que morir. No pienso en el futuro ni en el pasado, porque ya no puedo más. El presente nunca se acaba, y nunca hay salida.
Hace sol en el parque a la hora de comer de las oficinistas. Cierro los ojos y podría quedarme dormida.
¡La fantasma!
“Dispara, no me importa morir”.
Click.
El fotógrafo retrata a la modelo.
A los 40, la modelo ha estado casada dos veces, ningún hijo. Se duerme en el set (he escrito “sex”, pero lo he corregido antes de que el fotógrafo se dé cuenta). El maquillaje la hace parecer más brillante de lo que es en realidad. El sudor en las ingles reverbera con los focos, el sol. Ropa interior, negligé, rosas blancas, un velo de novia, una mantilla española, olé. Nota las axilas húmedas, un hilo de baba entre los dientes, la garganta seca.
Se ha pasado meses con diarrea, agotamiento “habrá sido el coronavirus…” Va savoir. Agua con limón, té inglés con una nube de leche de almendras. Yogur natural sin azúcar.
“No sé cómo se puede comer esa mierda”, masculla el fotógrafo…
La modelo lo saborea, lo agrio le hace sonreír. Qué sabrás tú.
No ha comido más, anoche sólo se le antojaron croissants de chocolate, pero su dieta no se lo permite.
“Comes cada guarrería, no me extraña que luego te hinches”.
Deja de respirar y mete la tripa, ofrece las crestas de la cadera a la cámara, el rictus de cabreo del fotógrafo. Oh mon amour. Los abdominales del gimnasio, tan petits como ella, angulosos, temblorosos.
Click.
Mi abuela se quedó, sobrevivió [interferencias], un impulso de cabreo máximo, lo quería mandar todo a la mierda, que se joda mi abuelo. Por no matarlo a él, no poder con él, [destruido por la modelo].
Sin psiquiatras [texto tachado, quemado, arrugado, arrojado al vacío por la modelo…, NO ME APETECE HABLAR DE ESTO… Otro día lo escribes por ahí, en ese portátil en tu cama. ¡Hoy no!]
En todas las familias existen estos especímenes, cogen el dinero y se largan.
“Si no te quisiera, te soltaba”…
[Nada.]
¿Por eso no te has establecido con 40 años? No sigues felizmente casada, hijos felices, esposo feliz, esposa feliz… Son bohemios, relaciones abiertas.
La modelo abre la boca después de cerrarme el ordenador de un manotazo:
“Sólo es una etapa. Una fase, un des- fase. Post fase… Me estoy separando… es normal”.
La cara se perla de sudor y refleja la luz del sol, refleja los flashes. Fotos que deben repetirse, no queda bien tanto blanco, las sombras son muy duras en enero al sol.
Descansamos cinco minutos.
En el servicio hay coca para todos. Cigarrillos en la ventana alta, donde se ven las botas de los paseantes. Expulsas el humo mirando hacia arriba, los pasos de los demás, las botas que se irán vete a saber dónde, con un marido y unos niños. Y un proyecto en la cabeza, algo creativo con un título que puedas vender en un paquetito, algo muy querido, codiciado, de lujo claro que sí, como la mirada de esta mujer.
La modelo se pierde entre nubes tornasoladas, reminiscencias dentro de reminiscencias.