Yo fumaba en mi cama, dándole al play una y otra vez. Mirando las heridas de mis muñecas, rojeces que acaricio con las mejillas, con ternura, avidez, lamo con esta lengua mía rastros de la suya. Recuerdo, noto la presión de sus brazos, tirando, aflojando. El odio, nos debía odiar mucho. Yo sí la respetaba, lo furiosa que estaba con ese pusilánime. Respeto es la palabra, o no lo es. Me sentía amenazada por ella: querían robarme, su Señoría. Recuerde cómo entraron…
Había olvidado el propósito de todo esto.
Pero ella, ahí en ese rincón, con esa dignidad en los ojos y en el cuerpo, esos deditos fríos.
Me tumbo boca abajo.
Sus dedos fríos, dice usted. Su Señoría. Yo los probé. Esos dedos no estaban fríos.
No recuerdo nada.
Vuelvo a escuchar la carnicería que provocaron los lobos, me relamo con el sabor de su cerebro en mis papilas. Miro mis manos, sucias de nicotina. He pasado estas manos por su pelo peinado hacia atrás con brillantina. Lo he peinado hacia atrás, hacia atrás..
La chica se acercó sigilosa como un gato. No la oí, estaba pendiente de los esfuerzos de V haciendo equilibrios con la cuerda como si estuviéramos en un campanario y yo fuera a salir volando.
That´s how I live!
Perdón, how I love.
Noté sus manos heladas en la espalda, muy zorra la chica. Tomó el calor de mi cuerpo, tanteando los arcos de la pelvis. Y entonces noté su lengua, hundiéndose en una vértebra, estudiando el hueco.
V tiraba de la cuerda.
La cabeza de la chica recorrió la oquedad de los omoplatos, la nuca.
De pronto yo me encontraba tumbada boca abajo en el suelo, inmovilizada por los dos perseverant… perdón, pervertidos.
No recuerdo que fue.
Todo se volvió blanco. como volar en avión, las nubes ahí abajo.
Por un momento tuve los ojos abiertos, veo que queda un recuerdo en mi mente, como un sonido fuera de contexto en la grabadora.
La chica sentada en la mesa, abriendo los muslos, recuerdo el sabor a sal de mi labio superior, y veo V acercándose a ella, mi saliva empapando el suelo. Luego volví a caer inconsciente.
No recuerdo nada más.
Oigo las conversaciones en el móvil.
No me reconozco. No es mi voz, no soy yo.
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Me duele el cuerpo entero, especialmente las muñecas y las mordeduras en la cadera.
Debí haberme enfadado mucho. Yo no soy así. Yo era una buena mujer.
Yo soy una artista. Yo no soy así.
¡Qué conflictos más absurdos!
Con lo que disfruto aquí quieta, inmóvil, odio la acción, su Señoría. Me dedico a mis estudios. Nada más.
… y odio escribir.
Yo lo tenía todo mío para mí, amarrado a esta misma mesa en esta misma habitación, donde usted me ve. Aquí junto a la cama, eso sí lo recuerdo, yo he vivido en esta cama.
Yo lo tenía escribiendo para mí. Era mío, me pertenecía. Él dijo sí, que se quedaba.
De estas te puedes hacer un recopilatorio, lo ilustras guay y te puede quedar un libro muy guapo
La Stalkeress en la corte...capítulo decisivo. Veo que Cold Fingers ya pasó s mejor vida.