Vestir a una estrella.
El mundo digital es un sueño consciente y me muevo por el sueño con voluntad propia. Indago y abro cajitas aquí y allá. Leo sobre ti, tu ex y sobre el otro, el nuevo. Cada amante encerrado en un cajón, como las habitaciones prohibidas de Barba Azul. Todos los nombres se guardan bajo un código, que es la poesía.
No me importa perderme en este laberinto, pasar horas en una feria de arte, dentro de una pintura. De hecho, no quiero regresar.
Me cuesta escribir esto, espesa como la luna. Lluvias torrenciales, la humedad me atora y me he calado los pantalones. Las zapatillas se volvieron inservibles, esculturas blandas, tiñeron los pies de negro y púrpura. Me fijé que las piernas estaban demasiado pálidas, que no tomaban el sol desde hacía mucho tiempo.
Las metáforas eran: cera, alabastro. Y yo sólo veía pólipos y tubos, lo que es bello. Y una enfermedad.
Los pantanos aún conservan el barro que arrastré de una exposición a otra (ilegible) autobuses, pisar charcos y personas, colas en restaurantes y vasos de café de plástico. Bares de mala muerte a última hora (no querer volver a casa), y bajar al metro, en el ascensor. Utilizar todos los dispositivos, apretar todos los botones. Ataúd de cristal.
No he lavado los pantalones. Conservan la arena y pienso en el mar. Podría haber estado tumbada en la playa si soy descriptiva y cuento todos los detalles, si imito el chillido de las gaviotas. Si soy la mujer llorando de Picasso y bebo café frío en la orilla del mar:
Cubismo analítico con superficies pintadas de manera realista para que te creas a este monstruo que soy yo.
I´m fucking waiting.
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