Abril-mayo 2021.
Exteriormente se ve a una mujer sentada en la cafetería mirando al vacío, frotándose los dedos, con una taza de café enfrente manchada de carmín. Un bolso enorme entreabierto a su lado, en el pliegue del vestido a la altura de las caderas, el lomo del libro que se endurece dentro del plástico apretado contra el cuerpo para dejar paso al oficinista trajeado que se sienta a comer a estas horas. La 1, las 2 o las 9 de la noche. La ansiedad que me produce este hombre sentado a la mesa. ¿Qué fue todo esto? Berlín. Sofía. La boda. Las hormonas. Un novio, un libro, un no-novio, un malentendido sobre un libro y un diagnóstico. Recorro mis edades para señalar el mal, sería como una novela negra al final, o mejor aún, un relato de Freud.
Me gusta tanto estudiar mis cosas porque son mías, mi maleta con las obras completas de Freud, de segunda mano, (después de la muerte de la doctora). La mano reseca acariciando la mejilla, me autoerotizo escribiendo y respirando, y fijándome en estos colores, el bolígrafo gris plateado y el capuchón rosa chicle, la moda de las peluquerías, la barba de los hombres, la moda de la moda.
Nunca más ser falsa, no vestirse con nada falso ni pintar nada falso. Pero rebaja la intensidad, mujer, habla de las memorias de Casanova, o explícame por qué te gusta tanto este cuadro tan grande y por qué es lo único que has hecho este año.
No me importa si tomo café y pretzels a las 9 y estudio alemán. No importa si me visto o cuando me desnudo hay alguien mirando al otro lado de la calle. Hablaré de cuadros y de Berlín y de amantes y de trabajos y mis pesquisas sobre la ansiedad.
Busca al asesino.
Resuelve el caso.
Y las fotos serán verticales o no serán. Como la belleza y el fuego y la música.
No escribo porque me he pasado dos meses seguidos estudiando alemán y el lenguaje se bloquea. No escribo porque estoy sola. Me planto en el patio de Nouvel bajo la escultura de Roy Lichtenstein, las taquillas cerradas, el olor a paredes museísticas, espejos redondos, reflejos engañosos, artificiales y límpidos como el eco dentro de las salas donde yo trabajaba. Sonido que retumba, absolutamente blanco, miles de tonos de blanco que sólo un artista sabe apreciar. Y yo lo absorbo y me vuelve loca. Me vuelve loca. El eco entre estas paredes del patio que se cierra sobre sí mismo en el R. Consumiéndose en el Reina. Quemando. Burning, etc, poemas. ¡Si pudiera volver a mi lenguaje! Zurück.
La biblioteca está abierta. El silencio en 2021 es un extraño en este lugar, y aquí lo tenemos, lo tengo frente a mí como un vampiro, chupando vitalidad. Me tiemblan las piernas. Los vampiros quitan la vida, y la dan, la ofrecen a través de la literatura; otro paréntesis para leer Drácula una vez tras otra, los diferentes diarios de la primera parte, se deben leer siempre si quieres vivir en este patio negro y aterrador con un brochazo gigante como escultura que no te da la bienvenida, está retirado, y de parte de la terraza vacía. No burbujea nada estos años, sólo yo. Siempre sudo pisando estos suelos grises como piedras preciosas, nombres literarios, pizarra, obsidiana, estuco, sinsentidos, ópalos, criptonita, marfiles negros, dientes podridos, un vampiro se merece todos estos excesos. No me disculpo. El vaho de mi transpiración, el eco, los brazos en jarras para envalentonarme. Hoy me parece un espacio gigantesco, trapecio desproporcionado, torpe, tropezará y se me caerá encima.
Un guardia de seguridad tiene un minuto de distracción conmigo.
Quién nos iba a decir que sobreviviríamos al accidente, que regresaríamos de la cama del hospital. La vida que estoy extendiendo en estas páginas comprende 2008 al 2012. Están muertos todos, los libros de arte quemados del 2007, la locura sexual del 2008 (eso, crea tus capítulos) los planes artísticos, las colaboraciones con VV (non-smoker por entonces), la mujer que fuma en la ventana, la turca, la rusa, el marido en Berlín. (El marido de Berlín). Todo está muerto y enterrado, las erres y las tes rebotan contra las paredes de este patio desierto por la pandemia. Quedo yo misma y esta armadura, el bolígrafo negro que dibuja parejas y Woman drawings por 7 euros una docena; que es lo que son, señora, red carnations. Y quedan los pulmones y el corazón. Un padre muerto enroscado en mi cabeza como las cofias de Camille Claudel.
¿Se abrirán estas oficinas alguna vez? Sin duda están abiertas. Se ven mesas y ficheros tras los cristales negros en la segunda planta. ¿Es ahí donde está el nombre de VV apuntado en los archivos hispanoamericanos? ¿O en la de los jóvenes de la vieja Europa? ¿Artistas emergentes … o ya muertos, emergente pero muerto prematuramente? Es una ficha. Una cartulinita. ¡Lo que habría dibujado VV en esa cartulina! Un pequeño collage cruel.
Me gustaría ver la ficha con la carpeta, los grabados y los cuadernos que VV legó a su amante; el nombre está escrito a máquina, sobre una carpeta marrón en esta misma planta, o en el otro edificio, el antiguo. Si son muy descuidados, estará reblandecido por el moho y la nicotina en las cajas del sótano, el gas tóxico que escapó mientras hacían obras y picaban tuberías por error. O en la quinta planta, no la del hospital, sino la sala dentro de otra habitación de Recursos Humanos. No es así, se encuentra en el almacén común, con las otras obras de arte, con los picassos y mariablanchard y arte povera variado conceptual, y unas carpetas de dibujos autobiográficos. Este imbécil cogió la carpeta del amante y la dejó en el cajón de “Arte de homosexuales” porque hay que clasificarlo todo y hoy es lo que es hoy. No lo mezclan con los picassos.
Este desear tanto ir a Berlín y estudiar alemán y acabar aquí citando a Freud en un recinto abandonado… (Adjetivos eliminados por el artista)… Burdel de momias. Y muy desleal.
La entrepierna de la jefa de personal. Con sus tacones de aguja, con sus pantalones de hilo arrugados, sudando en las ingles, y el labio superior rígido por el maquillaje (put a stiff upper lip!). La máscara se cuartea cuando sonríe. Si es que le hace gracia este montón de obra en el sótano aún sin clasificar. Necesita inspiración, no propaganda.
El incendio es un cuadro sobre Viena en realidad. 2008 es Viena y también Berlín. Y muchos poemas leídos y escritos, el sonido de máquinas de escribir. Es mi amiga la rusa, las traducciones simultáneas y los serbios en la sala. Muchas lenguas habladas y por hablar. Querer aprenderlo todo, verlo todo y ser también vista y comprendida.
‘Y las fotos serán verticales o no serán. Como la belleza y el fuego y la música.’ Lo quiero.